Se quejaba tanto que la vida no la ha privado de muchos problemas y
experiencias. Anhelaba días más tranquilos con más sosiego. Un
deseo muy razonable y justificado en su caso. Ya era mucho ajetreo en
tan poco tiempo. Ha tardado mucho en darse cuenta de su propia
riqueza y sabiduría. Lo que sabía, no era teoría aprendida, sino
la experiencia vivida y sentida con todos los poros de su piel.
Gracias a ella tomaba más distancia de los problemas, evitaba la
inmediatez porque sabía que las cosas hay que ver en su justa
medida. No convertir en importante y fundamental lo que no lo es y no
quitar importancia a lo que es fundamental y exige atención. La
experiencia aumenta la empatía y amplía la mirada. La vida nos
confirma la veracidad de palabras de Séneca que decía que no
sufrimos por las cosas, sino por lo que pensamos de ellas. Piensa en
todo el conocimiento que a diario te proporciona tu vida y como lo
puedes aprovechar para vivir despierto, consciente y agradecido.
Feliz martes de
conocimiento.
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