miércoles, 9 de febrero de 2022

Sin comparar

Las malditas comparaciones la tenían totalmente esclavizada. La comparaban toda su vida, siempre había alguien delante o encima. Ella no se sentía animada al contrario, se sentía desvalorizada y deprimida. Como el proceso era constante y duraba tanto tiempo, también ella terminaba comparando. No había nadie ni nada, que tenía un valor en sí mismo. Siempre se parecía a… o no era como… Así todos y todo, lo que le impedía a disfrutar de las cosas y encontrarse plenamente con las personas. La diversidad no tenía para ella ningún valor, no la veía como riqueza, sino como materia de comparación, para meterla en sus moldes conocidos. Es cierto que aprendemos comparando para ver semejanzas y diferencias, pero como personas adultas tenemos que apreciar las diferencias y disfrutar de ellas viendo la individualidad de cada persona como una invaluable riqueza.

Feliz miércoles sin comparar.

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