Rosa se preguntaba con frecuencia ¿qué podía hacer su palabra? Hace tiempo se dio cuenta que su palabra pudo ser suave como caricia, dura como un martillo o una piedra tirada para lastimar. Su palabra podía unir, sellar de nuevo lo que parecía roto, con la misma eficacia con la que podía romper y alejar. Todo dependía que palabra elegía, de qué manera y a quién la dirigía. Las palabras que usamos son las que aprendimos, las que usaban cerca de nosotros. Ahora llega tiempo de ver las consecuencias de los que decimos, que produce en otros que las escuchan y que produce para nosotros. Elige las palabras que te gusta a escuchar, si las dices en todas partes el eco de los sentimientos te las traerá de nuevo.

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