Sergio
miraba sus numerosas cicatrices. Marcas visibles de su tortuosa y
atormentada adolescencia. Sus padres, muy ocupados, le dieron la
libertad, pero nunca le
explicaron,
cómo
usarla. Y como a él, le gustaba la velocidad. Su libertad era como
una bicicleta sin frenos. Su cuerpo y su alma tuvieron que recibir
todos los golpes y amortiguar, su falta de experiencia. Hoy sabe
mucho, su cuerpo le recuerda, como duele no saber y de todas maneras
hacer, no medir las consecuencias y lanzarse. Todos queremos tener la
libertad y además tenemos pleno derecho de tenerla, pero no
olvidemos, que viene acompañada de un manual de uso.
Feliz
Lunes de Libertad.
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