Hay muchos gritos que desgarran el alma,
nos ponen piel de gallina y hacen que los sentimos con todo el
cuerpo. El que más me ha tocado en estos días es el grito del
silencio. Un grito mudo que sin embargo se escucha perfectamente. Se
puede escuchar este grito después de una tormenta, un accidente o un
atentado. El aire se llena de silencio y de calladas preguntas.
Intentamos dimensionar las pérdidas y estupefactos llegar a las
posibles causas. Normalmente no nos libramos de la tentación de
encontrar al otro u otra como culpable de lo acontecido, evitando así
ver nuestra propia responsabilidad, que siempre existe por muy remota
que sea. Aquí después de la tormenta nos grita silencio de la
naturaleza. Los primeros días no había canto de pájaros, sino un
silencio elocuente, un duelo del universo. Nunca más cierto de que
“después de la tormenta llega la calma”. Esta calma fue muy
elocuente, demasiado dolorosa. Mucho tiempo las heridas tardarán en
cicatrizarse. ¿Cuánto tiempo tardaremos en aprender escuchar este
grito silencioso de la creación, de la naturaleza? ¡Escuchemos las
palabras pero también los silencios!
Feliz domingo de escuchar los silencios.

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