Sentía que la vida lo está poniendo en la orilla.
Tal vez él mismo se dejó empujar ahí. Él siempre tan activo y comprometido, se
volvía pasivo e inmóvil. Las mismas cosas en las que participaba como uno de
los protagonistas e impulsores las miraba ahora como un simple espectador, a
veces un poco dolido e desilusionado. En algún lugar de su camino había perdido
aquella chispa, aquella convicción de que vale la pena. No quería seguir así en
la orilla y en silencio. No era ciego ni mudo. No pretendía ser infalible, ni
un sabelotodo. Solo aspiraba ser parte dar su contribución y tratar el mundo
que le rodeaba como su mundo por él que, él también era responsable, al que
daba su tiempo y talento. Si te sientes en la orilla, descansa un poco y toma
un nuevo impuso para volver a participar, porque lo que pasa y deja de pasar
también depende de ti. No renuncies ni tu mirada atenta ni tu voz creadora de
opiniones.
Feliz lunes de no quedarse en la orilla.

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