La
semana los tenía tan distanciados, que solo a través de redes
sociales y mensajes, unos se enteraban de las vidas y actividades de
otros. Cada mañana la casa parecía un hormiguero o más bien un
nido del cual, todos salen volando a sus múltiples actividades. Solo
la mañana de domingo traía la calma. Nadie se apuraba para
levantarse, ni nadie levantaba el vuelo. Todos buscaban una pretexto
para sentarse a la mesa. Una pequeña y al mismo tiempo inmensa,
enorme, victoria sobre la dispersión. Haz de tu mesa de domingo un
espacio de diálogo, de intercambio, de re-conexión. Un mini taller
de los corazones y del alma. Deja las prisas para el resto de la
semana.
Feliz
domingo sin dispersión.
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