Lo
tenía bien escondido. Nadie sabía de su existencia. No quería que
piensen mal de ella, que la sospechen de guardar las apariencias. Su
felicidad no era de gritos y risas sin parar. Expresaba bien poco
viviendo al mismo tiempo mucho. No solía publicar sus estados de
ánimo en las redes sociales. Si alguien tenía que saber de eso era
la gente que estaba cerca y no los que vivían lejos. La felicidad se
expresaba en unos cuantos gestos que le salían desde dentro y en
esta sensación de calma pacífica que hacía placenteros los
encuentros y las soledades. No era gritona ni nada escandalosa. Se
hacía casi invisible, porque creía que más importante de que se
vea era para ella que se sienta y sienta con toda intensidad. Puede
ser que a veces era demasiado introvertida pero así era y tratar de
cambiarlo costaba demasiado. Habrá diferentes maneras de vivir la
felicidad. Lo que imparta al final que se comparta con los que están
implicados en nuestra aventura de la vida.
Feliz
viernes de felicidad.

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