Por
más agua que tomaba no podía apagar a su sed. Es que su sed no
tenía mucho que ver con los líquidos, ni con hidratación de su
cuerpo. Era más bien sed de palabras, sed de encuentros. Su falta
provocaba la sensación de vacío y la ansiedad que la dejaba mal,
que resecaba la garganta arañando hasta el dolor. Cuando sientes que
la sensación de sed se repite con mucha frecuencia y no la
justifica, ni el clima, ni tu actividad, piensa si no hay otra causa
oculta. Tu sed puede ser solo un signo externo de anhelos internos,
que acumulados y prolongados a lo largo del tiempo pueden hacerte
daño y pueden dañar a tu organismo. Atiende tu sed y busca la forma
de calmarla.
Feliz
martes de sed.

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