Sentía que tenía que decir algo
que las palabras ya no cabían dentro de ella. No había silencio tan
largo para amarrar bien a cada una de ellas. Palabras sueltas andan
como quieren y se meten en las conversaciones donde no se les había
esperado, complicando la comunicación. Las palabras hay que
sentirlas, antes que decirlas, para tener aunque sea la mínima
noción de cómo se pueden percibir desde el lado de oyente. Cuando
se siente se tiene más cuidado y no se suelta con tanta facilidad
las palabras que pueden herir que exigen un trato muy delicado y
responsable. Es que debemos que ser responsables por lo que decimos e
igual como reaccionamos escuchando lo que nos dicen. Tanto las
palabras, como las reacciones a ellas son de nuestra exclusiva
responsabilidad. No esperes hasta que se hinchen todas tus palabras,
déjalas salir con clama, sintiendo su impacto y viendo su momento.
Navega con ellos por los mares de la conversación, de la
comunicación.
Feliz sábado de palabras que
salen.