Esta vez le dolió más que nunca. Él que
se fue, se llevó, el resto del amor que le quedaba. Ella sentada
entre sus suspiros y una montaña de lágrimas envueltas en pañuelos
desechables, se sentía como ellos – desechable. Siempre daba el
amor, sin darse tiempo de hacer cuentas, ni esperar para poder
recibirlo. Ni sabía, que puede aspirar a más... más que unos
cariños de rutina y de juego, porque éstos, aunque cambian de
dueño, en vez de dar alivio, hieren más. Las personas no son
desechables, ni los amores se alquilan. Devuelve lo bueno que te dan
y se multiplicara. Aunque el mundo siempre espera, que demos más,
todos también tenemos derecho de recibir.
Feliz Sábado de recibir lo bueno.
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