Le causaron una herida, que empezó
infectarse lentamente de orgullo. Al principio, el orgullo solo
afecto el rostro. Éste se volvió tenso. huérfano de sonrisa. Luego
la infección, empezó bajar al cuello, que impedía voltear la
cabeza y percibir la presencia de otros. Después quedaron afectados
los brazos y las manos. Se volvieron rígidos, abandonando los gestos
de cariño, impidiendo abrazos y cercanía. Al final las piernas
afectadas, no se movían para ir al encuentro de otros. Todo por
culpa de una pequeña herida. No permitas, que los malos entendidos y
las pequeñas heridas, se infecten de orgullo, que puede invadir todo
tu cuerpo.
Feliz Viernes sin rigidez del orgullo.
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