La abuela
tenía una mirada y un silencio. Cuando juntaba la mirada con el
silencio, es cuando las cosas más sabias decía. No miraba la
agenda, para saber lo que tenía que hacer y con quien tenía que
hablar. Para saber eso, miraba no más su corazón y ese le decía
las cosas importantes. Aunque de tanto coser y remendar las ropas de
toda la familia, su viste se iba acabando, como el hilo que usaba,
cuando te miraba, veía todo. Su abrazo duraba más que sus palabras.
Y aunque un día partió sonriendo, nunca se fue de aquí. Es que la
que ama siempre se queda. Ahora desde el cielo, tiene mucho más
tiempo para preocuparse por todos y amar sin prisa.
Feliz Martes
de miradas y silencios.
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