Ni ellos
sabían explicar bien, de dónde venía el viento, que llenaba sus
velas. Lo que si sabían, que siempre los llevaba al encuentro de los
demás. Este mismo viento, traspasaba las fronteras de lo
desconocido. Los que se dejaban llevar por él, se conocían mejor a
si mismos y al mismo tiempo conocían mejoro, los unos a los otros.
Juntos soplaban para convertir una pequeña brasa en el fuego. No era
un fuego que quemaba, sino iluminaba. Iluminaba el camino por
descubrir. Siempre dispuesto a avanzar, no retroceder. Déjate
empujar por él. Déjate iluminar por él. Déjate sanar por él. Es
el soplo de la Vida – es el soplo del Espíritu Santo.
Feliz Domingo
de Pentecostés.
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