Algunas palabras se las arrancaba como
costras sobre una vieja herida que nunca terminaba por cicatrizarse.
Cada palabra dicha provocaba un nuevo dolor siempre con sorprendente
frescura. Pocas cosas en la vida se mantienen tanto tiempo tan
frescas como el dolor. Pensaba cómo hacer para que las palabras no
duelan y desaparezca la costra de culpa y rencor. El primer paso era
limpiar su memoria y sus conversaciones de palabras que hacen daño,
que acusan, que califican, echan exclusiva responsabilidad a otras
personas. En el tejido de nuestro cuerpo hay conexión entre células
así también ocurre en nuestras relaciones con otras personas. Nada
funciona en una sola dirección o depende de una sola persona. Por
eso en nuestro tejido de las relaciones aparecen las heridas y las
costras. Tal vez no somos los únicos responsables de su aparición
pero si los únicos responsables de la curación.
Feliz sábado de curación.

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