Aun le quedaba una parte de su vida sin
haberla vivido, ni planeado nada. Esta parte la dejaba como una
reserva para posibles sorpresas. El resto solía estar ocupado por
sus deberes, responsabilidades, cumpliendo con sus diferentes roles
dentro de la familia y la sociedad. Cuidaba celosamente este tiempo y
espacio, que trataba de tener si no cada día por lo menos cada
semana. No era tiempo muerto de aburrimiento, sino un espacio en el
que todo es posible por voluntad por ganas de hacerlo, y no por
necesidad o por obligación. Tampoco era el tiempo de descanso o
tiempo de hacer los trabajos pendientes. Este tiempo era como un
colchón que amortigua los impactos de la vida diaria de tantas
prisas y tensiones vinculadas al trabajo, a las relaciones
interpersonales. Un tiempo de encuentro entre nuestro “yo” y
nuestras necesidades, sentimientos, anhelos, alegrías y tristezas.
Un encuentro que aseguraba mejor autoconocimiento y mejor claridad en
ver las relaciones y conexiones entre los diferentes aspectos de la
vida. Busca y cuida este tiempo para ti y contigo.
Feliz martes de tiempo especial.

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