Ha tenido que superar un juicio más. Ya
tuvo tiempo de acostumbrarse aunque a veces dolía y sentía que
algunas opiniones y juicios hechos a la ligera se le clavaban en la
piel, por eso le salía esta extraña alergia cada vez que bajaban
sus defensas. Hasta donde llega su memoria recuerda juicios sobre su
forma de hablar, caminar, vestir, pensar, amar. Ha llorado ríos por
la incomprensión. Sobre todo en su adolescencia ha llegado a creer
que realmente era el bicho raro, la oveja negra, el patito feo de la
historia de su vida. Luego con la madurez ha conseguido a relativizar
algunos de los juicios e incluso pensaba que los ha superado, pero
presentía que la cosa no es tan sencilla, que en el fondo de su alma
en muchas de ellas ha creído, los ha aceptado y asumido. Eso hace la
gran diferencia, de saber quien uno es o creer en lo que otros dicen
y hacen creer que uno es. No olvidemos que no somos impermeables y
siempre absorbemos alguna gota de negatividad que nos rodea.
Feliz lunes sin tantos juicios.

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