En
el largo pasillo de la soledad, había a mano derecha, una sala de
desconfianza, adornada con tapices de reproches. Poca luz que llegaba
dentro, impedía a reconocer bien las personas, que pasaban por ahí,
a todos se les tildaba de culpables, todos eran iguales para el dueño
de los ojos expertos en buscar responsables de su situación. A la
ausencia de los espejos, que permitan mirar dentro del alma, no
encontraba otras causas de su larga soledad. Los otros, los
diferentes a él, no se daban cuenta como era él, por eso no se
acercaban, por eso no lo querían. Para que te conozcan, date a
conocer. No juzgues las espaldas, ni las sombras, mira primero los
ojos como un gran espejo.
Feliz
Sábado de darse a conocer,
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