Las
largas sombras de su tristeza, mantenían en la penumbra a toda su
Familia y los últimos amigos que le quedaban. Las muestras de
alegría, que a veces esparcía la gente a su alrededor, eran tomados
como ofensas y una total y descarada falta de compasión. Los que la
conocían se acostumbraron: a su eterno luto y a sus quejas, su
espera de tiempos peores, porque los mejores se fueron y no van a
regresar. Solo los pequeños nietos, que nada entendían de sus lutos
y muecas, ni recordaban otros tiempos, que los de ayer y del último
juego, le sacaba sonrisas olvidadas y unas lucecitas de alegría en
los ojos, que intentaba esconder pero de igual manera iluminaban su
rostro.
Feliz Martes en las sombras de la noche.
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