Con el afán
de preparar una buena Navidad ordenaba sus cosas. No es que era muy
desordenada, siempre ha podido encontrar enseguida todo lo que ha
buscado. Era más bien con el propósito de saber cuanto de cada cosa
tiene y ver de que tamaño son todas las cosas. No quería acumular
cosas que no usaba, ni guardar las que no daban su talla sobre todo
las que desentonaban con su animo. Siempre al ordenar algo en la vida
descubrimos que nos queda mucho espacio libre, normalmente más de lo
que imaginamos. No es un espacio que a fuerza de costumbre tenemos
que llenar con cosas nuevas, sino más bien el espacio que permite a
desarrollarse más y mejor a las cosas que ya tenemos. Al sacar de
nuestra vida los pequeños rencores, pretensiones descoloridas,
orgullos secos que tantas veces nos han frenado en el camino. Un
inflado orgullo que ocupa lugar de cercanía con otros y pegajoso
criticismo que arrastra muchas cosas y se pega a muchas personas.
Feliz
miércoles de ordenar los espacios.

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