El abuelo y la
abuela de una comunidad huasteca me habían contado, que el pecado
más grave dentro de la comunidad es no saludarse. Porque cuando no
saludas a una persona; no le deseas bien, no la reconoces, por lo
mismo, no la quieres, no la amas, no te importa. Te separas de ella,
pones una barrera, ignoras su existencia. Es como si la hubieras
matado en tu corazón. En un mundo de prisas y agobios tendemos a
cerrar nuestro corazón a unas cuantas personas que nos rodean.
Empezamos a ignorar la gente y también la fuerza curativa y
“sacasonrisas” de u simple saludo. Algo que no cuesta nada y vale
muchisimo. A los cabizbajos permite mirar aunque sea por un instante
el horizonte, recibir una lucecita en medio de sus tinieblas. Todo
eso comparable con una pequeña aplicación que permite a funcionar a
muchas más y activa a todo el sistema operativo llamado felicidad.
Feliz martes
de saludos.

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