Llegó el 11 de diciembre y se hace
imposible no pensar en la Antorcha Guadalupana y en las diferentes
visitas en las comunidades y celebración. La misa de la vigilia, la
presencia de los taxistas. Rostros, colores, velas y flores y luces.
La Lupita, la que es como confianza, hace fuertes y seguros los que
la tienen o como amor que une a los que lo sienten. Consuela a los
que se sienten desesperados recordando que siempre está aquí.
Corriendo, caminando, rezando, siempre buscando un encuentro,
recordando, manteniendo viva memoria de los que ya partieron aunque
apenas han empezando su camino. Cosas que no se pueden explicar
porque no es algo de teorías sino de vivencias. Primero hay que
estar en México en la Huasteca, escuchar el canto, llenar los ojos
de imágenes, y el paladar de sabores, dar la vuelta por el tianguis
y participar en algún t’ipoxtalab. Y dejar que el huapango, o el
tzakam son, o pulik son, hagan vibrar las cueras del alma. Si una vez
lo vives te acompaña el resto de tu vida. Como dice el canto que:
“para el mexicano ser guadalupano es algo esencial”, así para
los que lo hemos vivido, la experiencia la transformadora vivencia se
volvió también en algo esencial. Gracias por permitirme vivir eso.
Feliz lunes guadalupano.

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