Admiraba mucho a su abuela, que a pesar
de que ha vivido mucho y también ha sufrido bastante, no perdía la
esperanza. La abuela decía que a ella la naturaleza daba las
respuestas, mantenía siempre viva la esperanza. Es que ya ha vivido
muchas tormentas y muchas noches escuras y a pesar de todo siempre
aparecía la luz, la claridad, la calma. Decía la abuela que mucho
tenemos que cuidar nuestros “hoy” porque en cada uno de ellos
está la semilla de un mañana que no se ve todavía. Los niños eran
el mejor ejemplo de esa esperanza siempre renovada, siempre fresca,
siempre nueva. Anunciaban todas las posibilidades de ser de vivir.
Solo que para que ciertas cosas ocurran, para que sucedan, hay que
esperar, porque algunas cosas no se deben acelerar en la vida, hay
que darles su tiempo y permitir que sucedan en su momento, se
desarrollen a su ritmo. No pierdas la capacidad de esperar, la
naturaleza te lo enseña, te lo recuerda. Ser testigo de un proceso
es una experiencia gratificante, educativa y esperanzadora.
Feliz viernes de espera y esperanza.

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