Entre tantas palabras que pronunciaba
cada día había estas pequeñas que hacían la diferencia. Tenían
en si un escondido poder de transformar las cosas. No eran mágicas
porque ninguna de las cosas cambiaba en un instante. No era
suficiente parpadear para ver los cambios. Se necesitaba algo de
paciencia que tienen los agricultores, que arriesgan todo echando la
semilla en la tierra y esperan los primeros brotes. Una palabra de
ánimo bien sembraba muy pronto empieza a brotar. Lo que ayer parecía
gris e inmóvil, hoy empieza tomar colores y ponerse en movimiento.
Si se siembran con suficiente frecuencia, mantienen viva la alegría,
la ilusión y la esperanza. No las desprecies, no pienses que son
demasiado pequeñas o insignificantes. Tienen el poder para
transformar el mundo. Su ausencia puede ser interpretada como
indiferencia y esa siempre duele.
Feliz domingo de palabras pequeñas con
fuerza.

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