Su último
“te amo” se quedó pegado en la espalda de él cuando se alejaba.
Ella se quedaba sola. Se sentía vacía. Ya no le quedaba más amor.
La silueta del último se borraba en el horizonte. Lo despedía con
las mejías húmedas, y los labios llenos de preguntas. A él le ha
dejado todo lo que ha tenido, ya no tenía nada más. Y puede ser que
hoy día tenía razón. ¿Pero mañana? ¿Quién sabe? Mañana le
quedaba por descubrir un amor olvidado, no valorado, al que nunca
hacía caso, el amor a si misma. Lo había perdido hace mucho.
Pensaba muchas veces que no tenía derecho a él. La han enseñado
someterse, satisfacer a otros, aguantar sus berrinches y caprichos.
Ella daba todo, raras veces recibía algo, algunas migajas. Cuando
intentaba hablar sobre eso con su madre, esa le decía que eso es
así. Que debe ser agradecida porque no está sola. Que no hay que
exigir, porque va a tener problemas. Tenía aprender sola a amarse.
Perder miedo a la casa vacía. Reconciliarse con el espejo, secar su
almohada. Sabía que en algún lugar del futuro está el día en el
que va a poder estar con alguien pero no por necesidad, sino por
voluntad, porque el amor que tiene dentro y que se desborda,
alcanzará para los dos. Y el que estará a su lado no solo pedirá
sino también será capaz de dar más que su trabajo cansancio y
dinero, su tiempo, sus sueños, sus atardeceres y amaneceres, su
vida.
Feliz jueves
de amor a si mismo.

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