Mayra ha
tenido toda una colección de sonrisas, pero no las despreciaba
tirando al aire sin ninguna causa. Las reservaba para los encuentros
con las personas que amaba, y para aquellos encuentros con ella
misma, que de vez en cuando se regalaba, en el silencio de su propio
cuarto, o en los largos paseos. Sus sonrisas no eran simples muecas,
que intentaban adornar
su rostro, ocultando lo que sentía
de verdad. Cuando sonreía era porque su corazón se llenaba de
alegría y sus labios de palabras. Palabras que salían
solo cuando tenían la seguridad de ser escuchadas. Las podían oír
solo los que se daban el tiempo de estar a su lado sin mirar directo
o a escondidas la pantalla de su teléfono. Claro que había días
que irradiaba la felicidad y la expresaba sin esperar ninguna
reacción de nadie. Mayra
lo poco que pedía a los que la rodeaban es lo mismo que les daba –
el respeto. No
gastes tu energía, ni tu tristeza, ni tu alegría con alguien que no
es capaz de ponerte atención.
Feliz
sábado de poner atención.

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