Vivía la
constante inmediatez. No había salido bien y ya quería regresar, no
ha empezado bien una cosa y él ya quería terminarla. No ha
conocido, ni la paciencia, ni el valor de los procesos que hay en la
vida. Sus realidades eran de efectos inmediatos y si algo implicaba
la espera, ya no le interesaba. No tenía la culpa pues sus padres
nunca le han inculcado estas cosas. Siempre, cualquier grito,
cualquier berrinche, propio de los niños, se culminaba con la
obtención inmediata de la cosa deseada. Difícil esperar que
entienda algo de procesos a largo plazo, y disfrute al ver como se
esta gestando la felicidad a partir de las cosas pequeñas de cada
día. Disfruta del otro ritmo que tiene cada domingo para dejar a un
lado las prisas y la inmediatez.
Feliz domingo
de cosas lentas.

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