Sin darse
cuenta ha llegado a uno de los extremos de su vida. Eso por lo menos
decía e imaginaba, aunque ignoraba lo que estaba en el otro extremo.
El no saber lo que debería seguir después la tenía paralizada. Al
parecer el extremo no significaba el final. Y quedaba mucho espacio
después de él. Lo único que significaba el extremo al que ha
llegado en su vida, es que algo tenía que dejar, no podía seguir
con todo el carruaje de problemas. Era indispensable apostar por el
equilibrio que aseguraba el seguimiento. No se le daban las cosas con
facilidad, por eso cada cosa que conseguía la acariciaba, la
contemplaba y disfrutaba de cada detalle. Cuando llegas a un extremo,
nunca llegas al final, sino al punto en el que tendrás que decidir,
lo que llevar y lo que dejar, que vas a proteger y guardar y de que
te vas a despojar, para poder seguir de otra manera. El camino no
tiene límites, lo que si las tiene es tu mirada. Ten presente eso a
la hora de juicios y decisiones.
Feliz viernes
de extremos.

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