No tenía razón, bueno tal vez lo tenía un poco,
pero le costaba reconocer sus propias faltas y sus precipitadas
afirmaciones. En una conversación huía de los silencios. Estos
quemaban sus oídos y el sillón en que solía sentarse siempre de
repente se volvía muy incomodo. Parecía que en cada conversación
medía sus fuerzas, que esperaba, ganar, convencer y no simplemente
conocer otras opiniones, descubrir que existen otros puntos de vista
que nos pueden enriquecer. Mirando las cosas así coda error,
reconocimiento de alguna equivocación rayaba a una derrota, fracaso
y humillación. Demasiado nos empeñamos en competir. Nuestra
educación está enfocada en la competición, la imparable carrera de
ocupar el primer puesto. Tal vez lo que nos hace falta en esta vida
es en vez de competir aprender de complementarnos. Nuestra riqueza
está en nuestras diferencias, en la variedad de dones y miradas.
Aprovechémoslas complementándonos, armonizando.
Feliz sábado de complementación.

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