No sabía
cómo defenderse de estos extraños ataques de tristeza. Le echaba la culpa a sus
hormonas que a veces de alborotaban un poco. Puede ser que tenían que ver con
algunos cambios repentinos, no causados por ningún factor externo. Lo que pasa
que eso solo era una parte de realidad, la que explica y justifica y como son
cosas incontrolables que no dependen de nuestra voluntad no tenemos por ellas
ninguna responsabilidad. Existe otra parte de la realidad común para todos
nosotros. La por la que sí nos debemos responsabilizar. La que tiene que ver
con la realidad que vivimos, la que deseamos vivir, la que sentimos y la que
alcanzamos expresar. Ahí a veces las distancias entre lo que hay y lo que
queremos se vuelven demasiado grandes, y solo hablar de eso expresarlo sin
miedo claramente las puede acortar. Cuando te invade la tristeza inexplicable pregúntate
si dices todo lo que sientes y todo lo que quieres, deseas y anhelas. Los que
están contigo, no siempre se dan cuanta y al fin y al cabo no son adivinos.
Feliz
sábado de decir las cosas.

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