Lo que ellos pedían era tanto que se parecía a un
río caudaloso lleno de remolinos. Ella incapaz de poner los límites,
se dejaba succionar por los trabajos y compromisos. Hacía de todo y
en las cantidades que sorprendían viendo la fragilidad de cuerpo.
Nadie sabía de dónde sacaba las fuerzas, muchos ignoraban sus horas
de alimentos y descanso. Les preocupaban sus pedidos, la puntualidad
de entrega la impecable calidad de trabajo, no les preocupaba ella.
La veían como hablante prolongación de la máquina que usaba. Una
vez más en la vida a alguien le ha tocado a descubrir que si no se
cuida nadie lo cuidará, que hay gente que solo ve trabajos y no ve a
las personas que están detrás de ellos. Somos los únicos que
sabemos hasta donde podemos permitirnos dar todo para que no se agote
enseguida y para que podamos ser generosos siempre. Cuidando nuestro
bienestar para poder contagiarlo a los demás.
Feliz lunes de cuidar las fuerzas.

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