Sus miedos como sapos se inflaban cada vez que
alguien se acercaba a preguntar algo. De todas las preguntas que le
ponían la que menos le gustaba era la pregunta ¿por qué? Tenía
miedo de decir una palabra de más que podría poner en evidencia
alguna de sus faltas o incoherencias. No le faltaba ni conocimiento,
ni mucho menos la inteligencia. Tal vez lo único que le faltaba era
algo de reflexión sobre si misma, sobre sus motivaciones, sus
actitudes. Tenía un don para observar a los demás, pero no supo
aprovechar este talento para observarse a sí misma. La imposibilidad
de responder a un cuestionamiento por falta de reflexión y
autoevaluación suele ser mucho más grave que la causada por una
verdadera ignorancia. Eso nos da miedo y por eso a veces queremos
aparentar más grandes más seguros de lo que somos de verdad
pensando que eso nos servirá de una eficaz defensa. Cuestiónate
evalúate y no tengas miedo cuando te pregunten ¿por qué?

No hay comentarios:
Publicar un comentario