Artemio exigía a los suyos que respeten y acepten su autoridad.
En el afán de controlar todo lo que pasaba en su casa, imponía su
autoridad a gritos e insultos. Su personalidad le jugaba una mala
pasada. Ordenando desordenaba, construyendo destruía. Sus ordenes a
lo largo de un día eran contradictorios. Sin saber perdía su
autoridad sobre otros al no tener autoridad sobre si mismo, sobre su
carácter y sus nervios. Con la cara de “aquí no pasa nada”
intentaba disimular sus debilidades y su propia inseguridad.
Demasiadas nubes cubrían su cielo, para que aparezca en él, el sol
de respeto y alegría.
Feliz Lunes de respeto sin imposición.

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