Entre ellos siempre había espacio para una palabra y un silencio.
Sobraba también el espacio para una persona con todo su carruaje de
humores y reproches. Presumían con razón, a no ser ni dueños, ni
esclavos de un molde que les hacía grupo, amigos, hermanos. Las
risas y bromas ayudaban limar las asperezas. La cercanía, la
atención, el mutuo cuidado se volvió su mejor pomada que podían
aplicar sobre las heridas, eso sí con innumerables efectos
secundarios, como la alegría contagiosa y la poca resistencia a la
división y marginación, excluyendo la deseada. Lo extraño que se
permitían el lujo de ser siempre cada uno y cada una con su
“cadaunada”, sin que eso les impida sentir la unidad y seguir
adelante. Procura abrirte a tus amigos, pero permíteles ser ellos
mismos. No hagas de ellos víctimas de tus frustraciones, y no
proyectes en ellos tus carencias, esperando o aun más exigiendo, que
te den lo que no tienes. Amigos son amigos y no suplentes o empleados
de tu propia inseguridad.
Feliz domingo de amigos.
Para la Jemtekuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario