lunes, 11 de enero de 2016

Sin culpas que echar

No le quedaban más culpas que echar. Ya había usado todas las que tenía en sus manos. Lo peor de todo, la gente se había acostumbrado tanto que lo hacía, que ya no impresionaba a nadie. Él siempre inocente, desentendido de su parte de la responsabilidad de lo que pasaba en su vida y en la vida de los demás. Al principio parecía creíble, hasta le tenían pena por ser víctima de tantas desgracias y por haber sufrido tantas penurias causadas siempre por alguien malo e inmisericorde. Las ultimas culpas que echaba ya eran tan gastadas, que no causaban ninguna reacción, ninguna impresión. Llegaba el tiempo de mirarse un poco en el espejo de la responsabilidad. No gastes tu tiempo para usar recursos baratos. Responde por lo que haces y por lo que descuidas. Se aprecia más la cruda honestidad que la falsa inocencia. Todos somos responsables, los unos por los otros, y todos por el mundo en que vivimos.

Feliz lunes de honestidad.

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