No
han nacido de la misma madre, ni tenían al mismo padre, pero eso no
les impidió ser hermanas. Lo suyo no era cuestión de lazos de
sangre sino del alma. La vida las puso cerca para conocerse y lejos
para extrañarse. Cada una tomó su camino sin exigir nada a la otra.
El tiempo demostró que aunque los caminos eran propios resultaron
ser paralelos. Entre las risas y lágrimas se acompañaban apoyaban y
ayudaban, para que su caminar sea más llevadero, para cuando las
fuerzas flaqueen tener el brazo o el hombro la una de la otra. Sus
vidas se han rimado como las estrofas de un poema la letra de una
canción, construyendo su día a día con la familia y con su
presencia. Mientras más tiempo pasaba más fuertes se han hecho sus
lazos y sus parecidos reforzados con las palabras, las confidencias,
las rondas de mate o de tereré y las fiestas compartidas. Nuestra
familia siempre crece cuando hay cariño sincero y desinteresado, que
nos hace inmensamente ricos, acompañados y seguros de contar con
alguien.
Feliz
miércoles de hermanas y hermanos no precisamente de sangre.

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