De vez en cuando necesitaba algo
de silencio para poder escuchar. Llegar a escuchar hasta el último
sonido el último quejido de su alma. Su vida era muy ruidosa y al
ruido uno se acostumbra, al grado que no percibe su presencia. El
está ahí e impide a escuchar ciertas cosas que solo se detectan
cuando hay silencio, se musitan, se susurran. El ruido provoca que
todo eso se acumula ahí dentro empieza ocupar cada vez más lugar. A
veces empieza a pesar, a recostar la respiración, tratándose a
liberar con los profundos suspiros que no alcanzamos a controlar y se
nos escapan en momentos menos oportunos. Regálate un tiempo de
silencio para escuchar todo eso y actuar cuando la situación lo
exige. Así evitarás a sentirte mal intranquilo agitado y no
culparás a los demás.
Feliz viernes de ratos de
silencio.

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