En su infancia cada vez que iba a
la casa de la abuela, ella le preparaba comidas exquisitos
bocadillos. Él no era de los que querían comer todo y comer mucho.
La abuela tenía su truco. Le cortaba todo en trocitos pequeños.
Nunca le obligaba comer todo ni de una sola vez. Así comiendo trozos
pequeños entre risas y conversaciones se comía todo lo que la
abuela le ponía. Pasaba tiempo y un día la abuela le reveló su
secreto y una enseñanza para toda la vida. Si no puedes con una cosa
con un trabajo o con un proyecto porque te parece demasiado grande
divídelo en trozos más pequeños y solo ocúpate de hacer el trozo,
la parte que tienes delante de ti. Una a la vez y luego otra, sin
angustiarte por la totalidad. Es que la vida no es otra cosa que una
sucesión de momentos. Y si esos están bien vividos toda la vida
adquiere el buen sabor. No te preocupes por la totalidad, preocúpate
por la parte que en este momento te corresponde.
Feliz martes de trozos de vida.

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