La
lluvia no daba tregua y las palabras estaban escurriendo en las
calles, haciendo surcos y creando nuevos raudales. Las mismas calles
de la vida que antes se llenaron de silencio, ahora desbordaban de
palabras. Con palabras aparecían callejones de las risas y también
las esquinas de los asombros. La
gente sumida en silencio llenaba de palabras todos los recipientes
que tenía libres. Uno nunca sabe cuando va a durar la sequía
después de la lluvia. Y sin palabras no crecen las conversaciones.
Es mejor regar con frecuencia las relaciones y los encuentros con
abundantes palabras para que crezcan las conversaciones y se hagan
fructíferas, dando sabor a la vida.
Feliz
sábado de lluvia de palabras.

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