Imelda
tenía un grave problema que la afectaba desde hace un tiempo. Sus
palabras se infectaron de silencios. Aunque
las pensaba, no las decía, porque nadie las escuchaba. Una infección
muy contagiosa, que empezó a invadir cada vez más palabras. Imelda
trataba de consolarse que es suficiente sentir y pensar palabras para
poder llevar una vida normal, pero sentía la falta de pronunciarlas.
Todo empezó hace unos años, cuando sus hijos y nietos empezaron
ocuparse de la casa. Ella decía algo, intentaba dar un consejo o
simplemente expresar su opinión, pero nadie la
escuchaba. El silencio le empezaba colarse por los huesos e invadir
sus
palabras. Hoy día casi no pronuncia palabras y parece que los que
están cerca ni se daban
cuenta. No permitas que tus palabras o las de los demás se infecten
en silencio. Fueron inventadas para ser pronunciadas y para
comunicar lo que tienes dentro.
Feliz
viernes de muchas palabras.

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