Se dice popularmente que “el amor
es ciego pero los vecinos no”, y parece que nada es tan cierto como
este dicho. En su caso no se trataba de esconder los amoríos o
infidelidades frente a los ojos de los vecinos, sino a ver bien la
realidad de sus hijos que amaba de sobremanera. Los amaba, los
mimaba, les consentía todos los caprichos, pero no les exigía nada,
no reaccionaba frente a su comportamiento dentro y fuera de la casa.
Cuando sus vecinos preocupados intentaban llamar su atención, se
molestaba y les trataba de chismosos y envidiosos. Sin lugar a dudas
hay que amar a los hijos, mimarlos y cuidar, pero también hay que
enseñarles y acostumbrar a la palabra “no”, porque tarde o
temprano en la vida alguien se los va a decir esta palabra y la
tienen que saber asumir y respetar, aunque puede ser que sea injusta
o exagerada. Que no nos ciegue el amor y el orgullo, estos dos
sentimientos no nos liberan de la responsabilidad de acompañar y
corregir a los hijos cuando están errando. Los vecinos en vez de
competidores chismosos, pueden volverse aliados y referentes, parte
de la gran familia que a su cuidado tiene los que son el futuro y el
presente, sobre todo en la edad en la que los hijos todavía son
moldeables. No desaproveches las oportunidades que la vida y los
vecinos te dan para educar.
Feliz viernes de amor sin ceguera.

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