Varias veces
intentaba enfrentarse con todas sus fuerzas, armas y argumentos, a
este maldito rostro, que veía todos los días. Por más que
intentaba, no sentía nada de simpatía hacia esta cara. Tolerancia
cero a todo sus errores. Se sentía atrapado en un callejón sin
salida. Lo peor de todo, la primera cosa que veía cada día, era
este rostro, en un cuadro de cristal de su baño. Siempre con la misa
expresión de molestia y desgana. Hasta que un día por la mañana,
en uno de estos despertares llenos de confusión, entrando al baño
sonrió. Y el rostro, que hasta ahora era maldito, también le sonrió
desde el espejo. Le miró bien, sintió esta extraña sensación de
alivio y aceptación. No era tan odioso, ni tan maldito. Empezó
entablar una larga amistad con su propio rostro, hasta ahora nunca
aceptado, amistad que dura hasta hoy día.
Feliz viernes
de amistad con nosotros mismos.
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