No le alcanzaba la fuerza para más cosa que guardar
silencio, con la esperanza que los problemas no se dan cuenta de su presencia y
lo dejen en paz aunque sea por un rato. Todavía las viejas enfermedades y los
viejos dolores no se han ido de todo y los nuevos ya estaban arañando sus
noches y sus días. Quejarse no tenía sentido. Solo un poco de silencio y
serenidad para ver todo lo que hay, acostumbrase a su presencia y aprender a
caminar con todo eso. No tiene más de lo que no puede cargar, ni lo que tiene impide
repartir unas cuantas sonrisas y mirar la naturaleza que se despierta. Él pasó
muchos años dormido, y una vez despierto no se quiere perder el espectáculo de
la vida. No es que no quiere reconocer a su realidad pero a los problemas y sus
dolores solo quiere dar la importancia y el lugar que se merecen, solo son
parte de su vida, no son toda su vida. Si se les da demasiada importancia
hablando todo el tiempo sobre ellos se quedan incrustados para siempre y nunca
se irán dejando el espacio para algo nuevo por descubrir.
Feliz martes de un poco de silencio.

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