Algunos le tenían miedo, cuando salía
de su casa gesticulando con sus brazos largos como aspas de un
molino. Era un viejo solitario que vivía algo apartado en una
pequeña casa con una enorme huerta. Esa huera que tanto llamaba
atención de todos los niños del vecindario. Apenas aparecían en
los árboles ellos las querían probar, siempre luchando contra el
miedo o la apetencia. Las frutas parecían muy ricas, pero miedo a
estos brazos que volaban en el aire era muy grande. Los que solían
perseverar esperando su oportunidad quedaban sorprendidos casi
boquiabiertos, llenos de confusión y desconfianza, porque los mismos
brazos que les estaban espantando les estaban invitando a comer todo
lo que querían. Lo hacía entre sonrisas y bromas. Nadie entendía
nada, hasta que alguien se atrevió a preguntarle por qué lo hacía.
Él simplemente quería que los niños puedan disfrutar de las frutas
maduras, de su más exquisito sabor y que no les hagan daño. Los
brazos que espantaban dando vueltas en el aire eran capaces de
ofrecer e invitar. Hay gente que encontramos en el camino de la vida
que parecen prohibir algo, estorban y espantan. Trata de conocer sus
razones puede ser que ellos saben que para ciertas cosas aun no ha
llegado el tiempo y lo que hacen lo hacen por tu bien y para
fastidiarte.
Feliz jueves de conocer razones.