Pisaba fuerte la tierra pero su cabeza
estaba en el cielo. Siempre recordaba una pregunta hecha por Neruda:
“¿por qué los árboles esconden el esplendor de sus raíces? Y
“¿qué aprendió el árbol de la tierra para conversar con el
cielo?” sabía que la mayoría de la gente a su alrededor no era
capaz de percibir algo más que sus rasgos exteriores y a lo mejor
algo sobre ropa que llevaba. No sabían nada de sus experiencias de
su riqueza escondida. No tenía suficiente fuerza ni valor para
superar y vencer alguna de tantas etiquetas que le han puesto. Lo más
fuerte lo más entrañable era invisible. Tenía mucho que ofrecer,
mucho que decir, opinar, pero no encontraba la manera de empezar el
diálogo con la gente, con el cielo mismo. El primer diálogo siempre
se empieza en el interior, en el se conoce toda la riqueza que luego
se puede ofrecer a los demás, a compartir. Dialoga contigo para que
puedas dialogar con los demás.
Feliz miércoles de rico diálogo.

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