Ha venido de Asunción. Lo impresionaba
todo que se movía. Hasta entonces el único pollo que conocía era
“El Pechugón” y ahora veía que los pollos tienen plumas y
corren. Me han dicho que solo era un animal, que no tenía
sentimientos sino instintos, que solo repetía cosas aprendidas, que
no entendía nada. Un saco de pulgas aunque no las solía tener, un
eterno niño cachorrito que se resistía a madurar. Una nariz mojada
con patas siempre descoordinadas, con ellas ha dejado sus estampas en
muchas remeras, en muchos pantalones y muchos vestidos. Lo que ha
conseguido es no solo tocar las ropas sino también los corazones de
muchas personas. Simplemente Lucas. Un perro con un nombre que según
no debería llevar un perro y lo llevaba con mucha honra. Era muy
emocionante ver como en las comunidades durante las fiestas
patronales la gente se acordaba de él reservándole siempre un poco
de comida. Lucas ha sobrevivido las ya famosas historias de colchones
que explotaban, pero no se ha resistido como un niño a jugar con los
sapos y su veneno le ha costado la vida. Luchas se fue a otro lado de
la vida a correr, hacer hoyos y manchar con sus patas los vestidos de
los angelitos. Como todos los perros ha dado un amor gratuito y
total. En varias ocasiones fue mi enfermero que se quería quedar al
lado de mi cama a pesar de las prohibiciones y castigos. Paciente
testigo de la creación de mis textos de blog de rondas de terere y
mate. Terminó yendo conmigo a la radio para hacer el programa
“Despertando a la vida”. Se fue justo a un año de mi partida de
la parroquia. Gracias a Lucas por lo que fue, y gracias a todos que
lo quisieron y cuidaron.
Feliz martes de cuidar a las mascotas
que nos rescatan de la tristeza y de la soledad.











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