jueves, 25 de julio de 2013

En la orilla

Cansado de tanto caminar, me siento a la orilla del río. La respiración se corta y algo sale de mi pecho, es como una llamada, como un grito milagrosamente silencioso. No lo oye nadie, solo el silencio sabe, que existe, que está escondido detrás de cada respiro. Los ojos reflejan una luz, como cada gota del agua encierra en si pequeños soles, también mis ojos tienen uno, ampliado por las gotas encerradas en mis ojos, mis compañeras de tristeza que van de par en par las hermanas gemelas: las lágrimas. Sentado así puedo recordar, cuando dejé el rio, los caminos que caminé, solo basta inclinarse un poco, para ver el reflejo de la cara, para saber, que ha pasado en todo este tiempo.

No hay tiempo para sentarse con la gente porque corremos tanto, mucho menos tenemos tiempo para sentarse con nosotros mismos. Tenemos prisa volamos o eso parece colgados entre lo que queremos ser y lo que realmente somos, entre las ilusiones y las realidades. Acompañados por tantos y tantas y al final como siempre realmente solos. Cada uno tiene que encontrar su camino, encontrar la solución de sus problemas.
Las veces que me ven, me interpretan, ni siquiera quieren escuchar, porque ya saben quien soy, como soy y que quiero. Todos tienen sus soluciones sus medias palabras sus consejos milagrosos. Al final, para no molestar ni oír más de sus consejos, aprende uno mentir, decir lo que quieren oír, que todo está bien o por lo menos mejor. Ellos salen contentos y uno por lo menos tiene tiempo y paz para morirse poco a poco, o curar las heridas e intentar vivir.

Aquí junto al río, el agua se lleva los segundos y minutos horas y años de nuestra vida. Supuestamente en el mismo cauce, pero acomodándose más y más haciendo suyas las orillas. La suavidad del agua acaricia las piedras y les hace dormir plácidamente cambiando de forma. La eterna conversación del sol y agua nos confunde, nos aclara, ya se comunican tan bien que no sabes si el sol refleja el agua si el agua refleja el sol. Cada uno entrega algo. El sol calienta el agua y el agua refresca el sol.
Tal vez ese es el secreto de una verdadera comunicación. Un milagroso intercambio de igualdad, de equidad, de totalidad, sin cuentas, miedos, tratos, plazos ni reproches.
En la vida casi siempre nos falta una conversación, una frase, una palabra, un paso o una decisión. Alguien se va y deja el espacio vacío las palabras que rebotan en el silencio. El agua como la gran pantalla refleja nuestra vida. Nos reclama nos habla solo cuando nos damos el tiempo acercándonos a ella, acercándonos los unos a los otros. Solo a ella se puede comparar con los ojos de una persona, sobre todo los ojos de una persona amada a la que podemos mirar de cerca y con todo valor.

Miro y trato de comprender los pasos, las palabras. No es la misma agua que me vio hace tiempo y yo no soy el mismo. Cada uno de nosotros tuvo que caminar para poder llegar a este encuentro. Cada uno tuvo que pasar por sus cauces con corrientes caudalosas y tranquilas. Hubo olas que subían con alegría y cascadas que caían con grito de desesperación. Cada uno antes de encontrarse con otro tuvo que encontrase consigo mismo, con su fuerza, su debilidad, su compañía y su soledad profunda. Nunca se encuentra en un lugar toda el agua, nunca se tiene con una persona todo un encuentro total y definitivo, siempre tenemos parte de todo el universo. La parte que estamos dispuestos de dar y recibir de una sola vez. Cada vez nos hacemos más uno: un amor- amistad, un universo humano- cósmico. Por costumbre tendemos a separarnos, ser individuos con su propia identidad. Necesitamos saber, que somos diferentes del mundo que nos rodea. Nacemos como parte del universo nos definimos como individuos y nos unimos otra vez con el otro(a) y con el universo. Cada uno tiene que saber lo que ofrece, lo que pone en común. Para saber con que se enriquece lo que recibe de los demás. La prisa no siempre ayuda ver lo que ofrecemos y lo que nos ofrecen.
A veces no podemos descubrir eso porque nos cerramos en nuestras suposiciones o primeras impresiones, que siendo importantes y validas, siguen siendo imperfectas. No se puede llegar al agua y saber todo de ella, ni todo lo que contiene, ni todo lo que da, ni todo lo que lleva. Cuantas cosas he tenido por seguras y tengo que reconocer, que no son así de firmes, ni claras, ni permanentes. El tiempo siempre se encargó de valorar, dejar a descubierto lo que queda de palabras fuertes, firmes y seguras. Las circunstancias, las realidades nos dejan frente a nosotros mismos, a nuestro mundo.

He visto que el agua esta en la tormenta y también en la fuente, en el arroyo que nos ayuda apagar la sed. Es como la vida que se reparte entre mil batallas que emprendemos y en la pacifica siesta de una tarde de verano, cuando entre sueños hablamos con las personas que amamos. La vida, el agua el uno no vive sin el otro, el uno se pierde por el otro. El agua se entrega para ser vida, la vida se entrega al agua para vivir. He dejado tantas cosas atrás, he entregado poco a poco lo que he sido, lo que he tenido. El agua se lleva todo, el agua llama. He recibido de la vida muchas cosas, pero también he dejado a escaparse a muchas. Se me fueron como agua entre los dedos. Es un arte precioso saber a retener lo que da vida, lo que refresca, lo que renueva. El agua puede volver a la vida y puede matar, depende de su calidad y cantidad. La felicidad también tiene sus diferentes intensidades, cada una nos mueve hacia algo, normalmente nos ayuda entrar a un nivel superior de conciencia, de proyección de nuestros sueños y de su realización. Es como las alas de Ícaro que le permiten volar, admirar el mundo desde arriba, pero son de cera y fácilmente se pueden fundir, quemar. Mientras más feliz es uno, más sufre después, cuando algo pasa. Las modificaciones son necesarias, normales, pero fácilmente nos hacemos dependientes de un camino, un proyecto. Todo depende de las situaciones personales experiencias, vividas. A veces la felicidad llega dentro de una tristeza profunda, nos despierta, aviva, ilusiona, mueve para caminar de nuevo, se convierte en la única fuente de nuestra felicidad y esperanza. Cuando por x circunstancia se va, lo que queda, es un sabor amargo, un dolor en el pecho muy largo y profundo.
Preguntas amargas y definitivas sobre el sentido de la vida. Descubrimos como estamos sumergidos en el mundo que nos rodea y que solos nos encontramos. La vida como las olas en la playa se va y se viene y uno como un medio ahogado intenta tomar el aire luchando por cada respiro a veces preguntándose amargamente ¿para qué?

Es verdad que cada experiencia enriquece. Lo que pasa ,que en el mundo hay gente experimentada más o menos con su casa, su hogar y hay gente con mucha experiencia, pero viviendo en la calle, y por mucha experiencia que tengan y puedan compartir, ella no les sirve como albergue, ni les da cobijo. Para que todo el conocimiento, sabiduría, riqueza personal, si falta el amor, si no se tiene con quién compartir.
El arte de aprender de la vida es complejo, hay que mirarse reflejado en muchos espejos y de diferentes ángulos para ver la perspectiva, que se nos abre cuando un mundo de seguridades se cierra. Muchas veces después de sentirse amado, acompañado por las personas tan amadas y cercanas, llega tiempo de sentirnos y vernos totalmente solos, dándonos cuenta que a la hora de la verdad tenemos que cargar con nuestros propios problemas, que no hay nadie que este cerca, que comparta el mismo sentimiento, el mismo dolor. Tal vez la mayor tragedia es que las desgracias no llegan solas, vienen en grupos como suelo decir, en manadas, como animales salvajes, se echan sobre nosotros. Como resistir, por donde encontrar la luz. Cuando no ves la luz directa tal vez puedes ver la reflejada. El agua refleja la luz y si la miramos esta luz se refleja en nuestros ojos en nuestra cara.

Puedo auto compadecerme, puedo jugar el papel de la eterna victima. Tengo también la capacidad de ver mi propia responsabilidad, dar me cuenta que no todo reflejo es exacto, que hay espejos que distorsionan las formas. Descubro sorprendido que todo lo que pienso y siento sobre mí, es lo que acepto no lo que rechazo.
Hay cosas de nosotros mismos, que por distintas razones rechazamos, no las queremos reconocer, muchas cosas positivas tal vez algunas negativas. Tendemos a polarizar y generalizar mucho, sobre todo las experiencias negativas son las que nos arrastran hacia el abismo del dolor. Extraño es nuestro miedo de felicidad que a veces parece tan efímera, que ni siquiera uno intenta probar a abrir el corazón para dejar que entre la luz de amor dentro de nosotros. Uno se acostumbra tanto a los papeles que ha jugado a los roles sociales bien aprendidos que no quiere abandonar el caparazón que protege. Lo desconocido da miedo, lo desconocido exige que abandone mi cómodo lugar. Frente a lo nuevo siempre estoy más vulnerable, expuesto a la a veces vergonzosa evidencia de mi realidad. Dijo alguien que siempre somos tres: lo que la gente dice que somos, lo que pensamos que somos y lo que somos en realidad. Cada nuestro espacio por muy pequeño que sea si siempre estamos dentro se convierte para nosotros en nuestro universo. Perdemos la curiosidad por lo que esta afuera, con el tiempo empezamos a pensar que es el único mundo que existe. Para saber quien soy y como es mi mundo tengo que confrontarme con otros.

A veces quiero cambiar, pero no estoy dispuesto a renunciar nada. El cambio no significa añadir una nueva capa a mi armadura, sino transformar por completo mi esencia. No es algo, que está por fuera como una añadidura, es algo que emana desde dentro, empuja provoca la acción que se puede ver por fuera. El cambio da frutos, cada agricultor sabe que cuando se quiere tener una cosecha hay que sembrar y en cada siembra siempre antes de germinar las semillas sembradas tienen que morir. En la naturaleza no existe el camino más corto y tal vez menos doloroso. Merece la pena caminarlo es el nuestro, pero también es el de los demás así que nunca estaremos solos sino que siempre en el mundo encontraremos a otros(as) locos(as) buscadores(as) de sueños que llegan a un río para ver reflejo de su cara y de su mundo. Duele nacer, duele morir y duele vivir, pero es el único camino que tenemos para realmente ser, existir, amar, compartir. El agua de cada fuente, cada rio, cada lago, por un u otro camino desaparece en el mar. El mar de un encuentro total consigo mismo y con los demás.
Dublín Irlanda abril 2004

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