jueves, 25 de julio de 2013

La mesa

La mesa, lugar de encuentro, de poner los platos y las palabras. Y siempre cuando se pone palabras, también se pone sentimientos, historias. Cada uno trae, medio empolvados trofeos de la semana o pedazos, de lo que iba ser y no fue: la vida, la pareja, el negocio, el proyecto…
Todo se puede poner, si la mesa está bien puesta, nada se caerá de ella, cada palabra tendrá su lugar, sobre todo si se dijo de corazón, si fue escuchada, respetada. El que escucha, siempre sirve de apoyo, para el que habla. No se puede poner demasiados adornos, pues la mesa no sirve para eso, lo secundario no puede ocultar, lo principal, primordial. La mesa nunca debería ser demasiado grande, pues una mesa grande, separa las personas, aleja unas de otras, pero también separa las palabras, las cosas, unas lejos de otras, impiden ver su relacionamiento, su interconexión. Se separa la causa del efecto.
En la mesa, alimentamos nuestro cuerpo, pero también alimentamos a nuestro espíritu. Hay que acerlo con calma. Es triste una mesa solitaria, pero también es triste, una mesa con mucha gente, pero sin comunicación.
Algo falta si hay tensión, es una buena señal, que hay demasiadas cosas en el corazón, pero no las hay sobre la mesa. Se debe poner delante, suavemente, ordenadamente, o al azar, lo que importa al final, es que se comparta, no se guarde, que se ofrezca, entregue, para poder recibir igual.
La mesa se convierte en oasis, en el puerto seguro, en un refugio, cuando en ella está el dialogo y la comunicación. Sige siendo un mueble cualquiera, cuando los labios, los corazones, los puños se cierran y queda silencio. El mismo silencio, que en un lugar es necesario y se convierte en bendición, en otro es maldito, hiere y duele…
Me siento yo, pero conmigo se sienta toda mi vida, todo mi mundo. Con frecuencia tan acelerado, tan lleno de prisas. Lo que me ocurre, funciona en todas las direcciones, yo empiezo ordenar, poner en una dirección definida mis palabras. Yo, la mesa, yo otras personas en la misma mesa. Eso permite ordenar a toda nuestra vida. Cuando tenemos un tiempo tranquilo en la mesa, ahí cabe todo rompecabezas de nuestros esfuerzos diarios, las extrañas composiciones de nuestros problemas. Lo que no vemos con frecuencia nosotros, lo ven otros y nos pueden ayudar y viceversa.
Los platos que aparecen sobre la mesa, necesitan una elaboración, se les somete a un proceso de preparación. Lo que traemos a la mesa, es fruto de diferentes procesos y situaciones de la vida. A veces es esa una fruta dulce, a veces amarga. Todo eso forma parte del maravilloso sabor de la vida.


Que aproveche

Naranjito abril 2009

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