La
mesa, lugar de encuentro, de poner los platos y las palabras. Y
siempre cuando se pone palabras, también se pone sentimientos,
historias. Cada uno trae, medio empolvados trofeos de la semana o
pedazos, de lo que iba ser y no fue: la vida, la pareja, el negocio,
el proyecto…
Todo
se puede poner, si la mesa está bien puesta, nada se caerá de ella,
cada palabra tendrá su lugar, sobre todo si se dijo de corazón, si
fue escuchada, respetada. El que escucha, siempre sirve de apoyo,
para el que habla. No se puede poner demasiados adornos, pues la mesa
no sirve para eso, lo secundario no puede ocultar, lo principal,
primordial. La mesa nunca debería ser demasiado grande, pues una
mesa grande, separa las personas, aleja unas de otras, pero también
separa las palabras, las cosas, unas lejos de otras, impiden ver su
relacionamiento, su interconexión. Se separa la causa del efecto.
En la
mesa, alimentamos nuestro cuerpo, pero también alimentamos a nuestro
espíritu. Hay que acerlo con calma. Es triste una mesa solitaria,
pero también es triste, una mesa con mucha gente, pero sin
comunicación.
Algo
falta si hay tensión, es una buena señal, que hay demasiadas cosas
en el corazón, pero no las hay sobre la mesa. Se debe poner delante,
suavemente, ordenadamente, o al azar, lo que importa al final, es que
se comparta, no se guarde, que se ofrezca, entregue, para poder
recibir igual.
La
mesa se convierte en oasis, en el puerto seguro, en un refugio,
cuando en ella está el dialogo y la comunicación. Sige siendo un
mueble cualquiera, cuando los labios, los corazones, los puños se
cierran y queda silencio. El mismo silencio, que en un lugar es
necesario y se convierte en bendición, en otro es maldito, hiere y
duele…
Me siento yo, pero
conmigo se sienta toda mi vida, todo mi mundo. Con frecuencia tan
acelerado, tan lleno de prisas. Lo que me ocurre, funciona en todas
las direcciones, yo empiezo ordenar, poner en una dirección definida
mis palabras. Yo, la mesa, yo otras personas en la misma mesa. Eso
permite ordenar a toda nuestra vida. Cuando tenemos un tiempo
tranquilo en la mesa, ahí cabe todo rompecabezas de nuestros
esfuerzos diarios, las extrañas composiciones de nuestros problemas.
Lo que no vemos con frecuencia nosotros, lo ven otros y nos pueden
ayudar y viceversa.
Los platos que
aparecen sobre la mesa, necesitan una elaboración, se les somete a
un proceso de preparación. Lo que traemos a la mesa, es fruto de
diferentes procesos y situaciones de la vida. A veces es esa una
fruta dulce, a veces amarga. Todo eso forma parte del maravilloso
sabor de la vida.
Que aproveche
Naranjito
abril 2009
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