Lucrecia
no tuvo una vida fácil. El destino no sembró la felicidad en su
huerta y por eso no le creció, la compasión que le tenían le
hacía sentirse amada, tomada en cuenta. Sin ella se sentía vacía
muy vulnerable. Se compadecían tanto de ella hasta que ella empezó
a compadecerse de si misma. Era cómodo y no exigía ningún
esfuerzo. Con su difícil situación pudo explicar muchas cosas que
ha hecho en su vida. Incluso llegó a justificar su frialdad y
crueldad. Muy poco amor recibió, por lo mismo muy poco amor pudo
dar. Sus nietos que han llegado pronto a su vida, que no tenían
memoria de pasado y no hacían cuentas de lo vivido le daban sin
recibir. Y este pequeño perro que llegó a su casa le dio más que
nadie. Un amor sin preguntas, cuentas ni recuerdos. Un amor nuestro
de cada día.
Feliz
Lunes sin Revanchas
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