Veía peligro en todas partes. Se defendía de todo lo que podía
venir desde fuera. Parece que estaba defendiendo su territorio, y
para conseguirlo, vivía como en una fortaleza. No abría ni las
ventanas, pues por ahí podría asomarse el peligro. Su pequeño
mundo, sin aire fresco y sin luz de los encuentros, empezó oler mal
y cubrirse de moho. Su felicidad esclavizada en sus cuatro paredes,
se atrofiaba cada vez más. Hay que tener mucho cuidado y no dejarse
llevar por la paranoia de ver peligros en todas partes, porque al
defenderse de supuestas amenazas, puedes impedir que la felicidad, la
belleza y la plenitud lleguen a tu vida. Por el mido de las espinas,
uno se pierde la belleza de las rosas. Atrevete, no tengas miedo, ahí
afuera la vida es bella.
Feliz viernes de atrevimiento.

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